Yo también, como el presidente, quiero dirigirme a esa mayoría silenciosa. Yo quiero decirles que ya vale, que basta ya de quedarse en casa. Que cada día que pasa nos clavan más ese cuchillo que nos desangra y desangra y me da la sensación de que hay gente anémica sin fuerzas para luchar. O tal vez gente masoquista que piensa que es un mal menor porque sino estarían ya en coma. Pero es que ya estamos en coma. Ya está bien. Esta lucha es de todos, abarca desde la izquierda hasta la derecha. Aquí estamos luchando los de abajo por salir del yugo de los de arriba. Basta ya de excusas, de divisiones, de vendas en los ojos. Basta ya de aguantar que nos despojen de todo aquello que hace que vivamos en una sociedad con justicia social, como son una educación, una sanidad y una cultura accesibles, una sociedad con unos derechos fundamentales garantizados.
Lo que está pasando es muy serio y está sucediendo tan deprisa para que no nos de tiempo a reaccionar. Una cosa tras la otra, semana a semana cada vez nos empobrecemos más, cada vez somos menos libres y vivimos en una sociedad más injusta.
Que se recorten partidas en educación es un ataque tan violento que hay que responder con contundencia. La violencia que está ejerciendo el Estado sobre sus ciudadanos sin su consentimiento democrático está siendo muy grande y a todas luces inaceptable. La violencia no es cuestión de un par de golpes como dice la canción, la violencia es también provocar la precarización del empleo, dejar sin subsidio a los más necesitados, negar el acceso a una educación pública universal y gratuita, privatizar la sanidad para que unos pocos hagan negocio con un derecho constitucional, bajar los sueldos reiteradamente a los empleados públicos, criminalizar nuestro derecho a protestar y manifestarnos y sabotear nuestra radio televisión pública convirtiéndola en una casa de pensamiento único al más rancio estilo del pasado. Violencia es que haya gente que día a día sea desahuciada mientras se da una cantidad ingente de dinero público a los bancos ejecutores. Violencia es que se apoye un proyecto de casinos y proxenetas con evasión de impuestos en el suelo de nuestro país. Violencia es obviar las alternativas de redistribución de la riqueza y cerrar los ojos a la evasión fiscal astronómica de las grandes empresas, cargando los ingresos del Estado a esa clase trabajadora ahogada que pierde poder adquisitivo a diario. Violencia es que Alemania nos forzase a incluir un techo de gasto público en la constitución, a través del cual se anteponen los mercados a las personas. Y violencia, o más bien terrorismo de estado es la desproporcionadísima actuación policía de, ayer en Madrid, anteayer en Barcelona o Valencia y el anterior en cualquier otra ciudad española con respuesta social en sus calles.
Se podrían seguir enumerando cientos de razones más. Creo que ya ha llegado ese momento en que nos está tocando a todos. Si no eres capaz de hacerlo por solidaridad con los demás, lucha aunque sea por ti.
Lo que está pasando es muy serio y está sucediendo tan deprisa para que no nos de tiempo a reaccionar. Una cosa tras la otra, semana a semana cada vez nos empobrecemos más, cada vez somos menos libres y vivimos en una sociedad más injusta.
Que se recorten partidas en educación es un ataque tan violento que hay que responder con contundencia. La violencia que está ejerciendo el Estado sobre sus ciudadanos sin su consentimiento democrático está siendo muy grande y a todas luces inaceptable. La violencia no es cuestión de un par de golpes como dice la canción, la violencia es también provocar la precarización del empleo, dejar sin subsidio a los más necesitados, negar el acceso a una educación pública universal y gratuita, privatizar la sanidad para que unos pocos hagan negocio con un derecho constitucional, bajar los sueldos reiteradamente a los empleados públicos, criminalizar nuestro derecho a protestar y manifestarnos y sabotear nuestra radio televisión pública convirtiéndola en una casa de pensamiento único al más rancio estilo del pasado. Violencia es que haya gente que día a día sea desahuciada mientras se da una cantidad ingente de dinero público a los bancos ejecutores. Violencia es que se apoye un proyecto de casinos y proxenetas con evasión de impuestos en el suelo de nuestro país. Violencia es obviar las alternativas de redistribución de la riqueza y cerrar los ojos a la evasión fiscal astronómica de las grandes empresas, cargando los ingresos del Estado a esa clase trabajadora ahogada que pierde poder adquisitivo a diario. Violencia es que Alemania nos forzase a incluir un techo de gasto público en la constitución, a través del cual se anteponen los mercados a las personas. Y violencia, o más bien terrorismo de estado es la desproporcionadísima actuación policía de, ayer en Madrid, anteayer en Barcelona o Valencia y el anterior en cualquier otra ciudad española con respuesta social en sus calles.
Se podrían seguir enumerando cientos de razones más. Creo que ya ha llegado ese momento en que nos está tocando a todos. Si no eres capaz de hacerlo por solidaridad con los demás, lucha aunque sea por ti.